Cuando éramos pequeños nuestros padres y seres queridos se encargaban de que nuestro cumpleaños fuese un día de fiesta, una fecha para compartir con familiares y amigos, la única oportunidad en la que llenos de ilusión pedíamos un deseo soplando una vela y esperábamos que se cumpliera. A medida que nos hacemos mayores, la celebración va cambiando porque cada año somos diferentes y la vida nos va dejando lecciones que nos ayudan a fortalecer nuestro carácter.
Ya no esperamos con ansiedad una gran tarta y un salón totalmente decorado, y no quiero decir que ese tipo de cosas no nos guste, es que que llega un punto en el que damos más valor al hecho de poder celebrar que cumplimos un año más de vida que a la fiesta en sí, porque es una fecha ideal para meditar sobre las cosas que estamos haciendo, darnos cuenta en qué estamos fallando y fijarnos nuevos objetivos para el nuevo año de vida que tenemos.
Es mi cumpleaños y no festejo que tengo un año más, he dejado de sumar desde hace cuatro, lo que celebro es que empiezo una nueva etapa en mi vida y que por suerte, cuento con mucha gente a mi lado que me quiere, que me felicita y que se acuerda de mi. Echo de menos a gran parte de mi familia que está en mi Venezuela natal, pero estoy segura de que me acompañan a través de la distancia.
Hoy lo que realmente considero importante es que a pesar de ser un día rutinario, mi vida sigue siendo una gran aventura y que a pesar de los altibajos está llena de felicidad. Lo esencial es cómo me siento por dentro y cómo disfruto de ella sin basarme en lo que los demás esperan de mí de acuerdo a la edad que tengo.
Happy Birthday to my porque soy feliz de ser como soy y estoy orgullosa de ello.
Hasta la próxima 😉